Ya no nos lamentamos
sólo ese vacío de dolor o gozo.
Puertas clausuradas...
Silencio
y uno que otro pájaro de la ciudad
que no conocen los olores audaces del campo
y se estrellan contra los árboles...
Horas muertas y virgenes sensaciones.
Aquí donde estoy nadie alcanzó el sol,
pero callamos como lo que somos habitantes de un puerto sin mar...
Y esperamos desmemoriados.
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