Iniciando nuestro mundo, sin saber que caminos intrincados
de los huéspedes agazapados entre las brumas
de las claves del juicio y la razón,
de la puntual agonía,
de los arteros colmillos afilados
de dibujos y máscaras hacia el amor...
Defendíamos la palabra ante la blasfemia
convirtiéndola en poema.
Era una región abandonada por muchos
y sólo para dos.
Pero hoy
la busco en los mapas que conozco y no existe.